EMBAJADA DE LA FEDERACIÓN DE RUSIA EN LA REPÚBLICA DE GUATEMALA
El artículo del Presidente de Rusia Vladímir Putin "El 75º aniversario de la Gran Victoria: responsabilidad colectiva ante la historia y el futuro"
Han transcurrido 75 años desde el final de la Gran Guerra Patria. A lo largo de esos años, se han crecido varias generaciones y se ha cambiado el mapa político del planeta. Ya no existe la Unión Soviética que ha alcanzado una grandiosa y aplastante victoria contra el nazismo y ha salvado al mundo entero. De hecho, los mismos acontecimientos de aquella guerra, incluso para sus participantes, son agua pasada. Entonces, ¿por qué la fiesta celebrada en Rusia el 9 de mayo se considera la fiesta más importante del país?, pero el 22 de junio, el corazón sangra y se siente un ardor en la garganta.
Se suele decir que la guerra ha dejado una marca profunda en la historia de cada familia. Cuando hablamos sobre la guerra, pensamos sobre los destinos de millones de personas, sus sufrimientos y el dolor de la pérdida. Orgullo, verdad y memoria.
Para mis padres, la guerra significaba los sufrimientos terribles en Leningrado asediado donde murió mi hermano Vitia de dos años y donde mi madre sobrevivió de milagro. Mi padre, a pesar de ser en reserva social, decidió ir al frente como voluntario para defender su ciudad natal. Hizo lo mismo que millones de ciudadanos soviéticos. Combatió en la cabeza de puente Nevski Piatachok y fue gravemente herido. Cuanto más años pasan, mayor es la necesidad de hablar con los padres, aprender más sobre el período militar de sus vidas. Pero ahora no hay a nadie a quien se puede preguntar. Por eso, traigo en mi corazón conversaciones con mis padres sobre este tema, sus tímidas emociones.
Para mí y para mi generación es importante que nuestros hijos, nietos y bisnietos entiendan que pesares y pruebas sufrieron sus antepasados, como y por que pudieron resistir y vencer. ¿De dónde apareció su verdadera fuerza moral y férrea extraordinaria que asombró y emocionó al mundo entero? En efecto, protegieron a su hogar, sus hijos, sus parientes y su familia, pero lo más importante es que todos estaban unidos por el amor a su Patria. Ese sentimiento profundo y personal en su totalidad se refleja en la propia esencia de nuestro pueblo y se ha convertido en uno de los factores determinantes de su lucha heroica y sacrificada contra los nazis.
A menudo se hacen la pregunta: "¿Cómo comportará la generación actual? ¿Cómo actuará en una situación crítica?" En mi cabeza hay una imagen de los doctores y enfermeras jóvenes, a veces universitarios recién graduados que hoy van a la "zona roja" para salvar a la gente; así como nuestros militares que lucharon hasta la muerte contra el terrorismo internacional en el norte del Cáucaso y en Siria. Son muy jóvenes. Muchos soldados de la legendaria e inmortal sexta compañía de desembarco tenían 19-20 años. Pero todos ellos demostraron que son dignos de la hazaña realizada por los soldados que defendieron nuestro país durante la Gran Guerra Patria.
Por eso, estoy seguro de que la característica definitoria de los pueblos de Rusia es que cumplen con su deber y no sienten pena por si mismos si las circunstancias lo exigen. La abnegación, el patriotismo, así como el amor a la casa natal, a la familia y a la Patria siguen siendo los valores fundamentales y principales para la sociedad rusa hasta hoy día. Generalmente, en gran medida son la base de la soberanía de nuestro país.
Hoy día, tenemos nuevas tradiciones creadas por el pueblo, tales como el Regimiento Inmortal. Eso es una marcha de nuestra memoria agradecida, así como los lazos consanguíneos y vivos entre generaciones. Millones de personas marchan llevando las fotos de sus familiares que defendieron la Patria y derrotaron al nazismo. Eso significa que sus vidas, pruebas y sacrificios, así como la Victoria que lograron para nosotros, nunca serán olvidados.
Asumimos la responsabilidad del pasado y del futuro y haremos todo lo posible para evitar que se repitan las tragedias terribles. Por eso, sentí que era mi deber presentar un artículo sobre la Segunda Guerra Mundial y la Gran Guerra Patria. Muchas veces he discutido esta idea en conversaciones con los líderes mundiales y encontró su comprensión. A finales del año pasado, en la cumbre de los líderes de la CEI, todos estábamos unidos: es importante recordar a los descendientes que la victoria sobre el nazismo fue alcanzada ante todo por el pueblo soviético y que los representantes de todas las repúblicas de la Unión Soviética lucharon juntos en el frente y en la retaguardia en esta lucha heroica. Al mismo tiempo, discutí con mis colegas el período de preguerra que fue muy difícil.
Esa conversación provocó mucha reacción pública en Europa y en el mundo. Por lo tanto, es realmente necesario y de actualidad recurrir a las lecciones del pasado. Al mismo tiempo, había muchas emociones, complejos mal disimulados y acusaciones ruidosas. Varios políticos se han apresurado a afirmar por costumbre que Rusia está tratando de reescribir la historia. Sin embargo, no podían desmentir ningún hecho o argumento. Por supuesto, es difícil, y además es imposible discutir con los documentos auténticos, que, a propósito, están almacenados no solo en los archivos rusos, sino también en los extranjeros.
Por lo tanto, es necesario seguir analizando las razones que llevaron a la guerra mundial y reflexionando sobre sus complejos acontecimientos, tragedias y victorias, así como sobre sus lecciones tanto para nuestro país como para el mundo entero. Quisiera repetir que es esencial basarse solo en materiales de archivo y pruebas de los contemporáneos para excluir cualquier especulación ideológica y politizada.
Quisiera también recordarle una vez más lo obvio. Las causas profundas de la Segunda Guerra Mundial son asociadas en gran parte con las decisiones tomadas al final de la Primera Guerra Mundial. Para Alemania, el Tratado de Versalles se ha convertido en un símbolo de profunda injusticia. De hecho, trataba de un robo del país que se vio obligado a pagar a los aliados occidentales enormes reparaciones que agotaban su economía. Ferdinand Foch, mariscal francés y comandante en jefe de los ejércitos Aliados, profetizó diciendo: "Este no es un tratado de paz, sino un armisticio de veinte años".
Fue la humillación nacional la que creó el caldo de cultivo para los sentimientos radicales y revanchistas en Alemania. Los nazis utilizaron hábilmente estos sentimientos y construyeron su propaganda, prometiendo librar a Alemania del legado de Versalles y restaurar su antiguo poder, pero, de hecho, empujaron al pueblo alemán a una guerra nueva. Irónicamente, los Estados occidentales, principalmente Gran Bretaña y EE.UU., han contribuido directa o indirectamente a esto. Sus círculos financieros e industriales invistieron muy activamente en fábricas y plantas alemanas que producían productos militares. Entre las aristocracias y las élites políticas había muchos partidarios de los movimientos radicales, de extrema derecha y nacionalistas, que ganaron fuerza tanto en Alemania como en Europa.
El "orden mundial" de Versalles generó numerosas contradicciones ocultas y conflictos evidentes. Se basan en el hecho de que los ganadores de la Primera Guerra Mundial han definido de la manera arbitraria las fronteras de los nuevos Estados europeos. Poco después de su aparición en el mapa, surgieron las disputas territoriales y reclamaciones mutuas que se convirtieron en "minas de acción retardada".
Uno de los resultados más importantes de la Primera Guerra Mundial fue la creación de la Sociedad de las Naciones. Esa organización internacional se enfrentaba a grandes expectativas para la paz y la seguridad colectiva a largo plazo. Eso fue una idea progresista, cuya realización consecuente, sin exagerar, pudiera impedir que repitan horrores de la guerra mundial.
Sin embargo, la Sociedad de las Naciones, que estaba dominada por las potencias vencedoras –Gran Bretaña y Francia–, mostró su ineficacia y simplemente se quedó estancada en las conversaciones fútiles. Ni la Sociedad de las Naciones, ni el continente europeo en general no han escuchado los reiterados llamamientos de la Unión Soviética de formar un sistema igualitario de seguridad colectiva, en particular, concluir el Pacto oriental y el Pacto del Pacífico, que podrían servir de barrera a la agresión. Esas propuestas han sido ignoradas.
La Sociedad de las Naciones tampoco pudo evitar conflictos en varias partes del mundo, como la invasión italiana de Etiopía, la guerra civil en España, la agresión de Japón contra China y el Anschluss de Austria. Los acuerdos de Múnich –en los que, además de Hitler y Mussolini, participaron los líderes de Gran Bretaña y Francia– conllevaron la división de Checoslovaquia con la plena aprobación del Consejo de la Sociedad de las Naciones. En este contexto quisiera observar que, a diferencia de muchos de los líderes de Europa de entonces, Stalin no desacreditó a sí mismo al verse personalmente con Hitler, que era entonces conocido en los círculos occidentales como un político bastante respetable y un invitado bienvenido en las capitales europeas.
Polonia –junto con Alemania– participó también en la división de Checoslovaquia. Acordaron de antemano y juntos los territorios checoslovacos que recibirán. El 20 de septiembre de 1938, Józef Lipski, embajador de Polonia en Alemania, informó a Józef Beck, ministro de Asuntos Exteriores de Polonia, sobre las siguientes garantías de Hitler diciendo: en el caso del conflicto entre Polonia y Checoslovaquia basado en los intereses polacos en Cieszyn, el Reich nos [Polonia] secunde. También, el jefe de los nazis dio pistas, aconsejó que Polonia comenzara sus acciones solo después de la ocupación de los Sudetes por Alemania.
En Polonia, eran conscientes de que sin el apoyo de Hitler planes polacos de invasión estarían condenados al fracaso. Aquí, quisiera citar minutas de la conversación entre Hans-Adolf von Moltke, embajador de Alemania en Varsovia, y Józef Beck del 1 de octubre de 1938 sobre las relaciones polaco-checas y la posición de la URSS en este asunto. Eso es lo que dice: ... Señor Beck expresó su gran gratitud por la leal interpretación de los intereses polacos en la Conferencia de Múnich, así como por la sinceridad de las relaciones durante el conflicto checo. El Gobierno y el público [se trata de Polonia] aprecian plenamente las posiciones del Führer y del canciller del Reich.
La división de Checoslovaquia fue brutal y cínica. Múnich derrotó incluso aquellas garantías formales y frágiles que permanecían en el continente. Mostró que los acuerdos mutuos no tenían ningún valor. Son los acuerdos de Múnich que sirvieron como un disparador, tras las cuales una gran guerra en Europa se hizo inevitable.
Hoy día, los políticos europeos y, sobre todo, los líderes polacos quieren, por así decirlo, barrer Múnich bajo la alfombra. ¿Por qué? Esa situación se debe no solo al hecho de que sus países violaron sus compromisos de entonces y apoyaron los acuerdos de Múnich, incluso algunos participaron en la división de despojo, sino también porque les resulta inconveniente recordar que en aquellos dramáticos días de 1938 solo la URSS apoyó Checoslovaquia.
La Unión Soviética, basándose en sus obligaciones internacionales, incluidos los acuerdos con Francia y Checoslovaquia, trató de evitar la tragedia. Sin embargo, Polonia, en aras de sus propios intereses, ha impedido por todos los medios el establecimiento de un sistema de seguridad colectiva en Europa. El 19 de septiembre de 1938, Józef Beck, ministro de Asuntos Exteriores de Polonia, escribió directamente sobre ello al embajador Józef Lipski mencionado anteriormente antes de su reunión con Hitler diciendo: ...el año pasado, el gobierno polaco rechazó cuatro veces la proposición de unirse a la intervención internacional para defender Checoslovaquia.
Gran Bretaña, así como Francia, que entonces fue el aliado principal de checos y eslovacos, optaron por renunciar a sus garantías y sacrificar a ese país de Europa del Este. Pero, de hecho, optaron no solo por sacrificarlo, sino también por dirigir las aspiraciones de los nazis hacia el Este para que Alemania y la Unión Soviética choquen inevitablemente entre sí y se desangraran uno a otro.
Esa es la política occidental de la llamada pacificación. Se trata no solamente del Tercer Reich, sino también de otros participantes del llamado Pacto Antikomintern –la Italia fascista y el Japón militarista– que culminó en el Lejano Oriente con la adopción del acuerdo Arita-Craigie de 1939, que dio a Tokio la libertad de manos en China. Las principales potencias europeas no querían reconocer el peligro mortal global que provenía de Alemania y sus aliados. Esperaban que la guerra no les afectaría.